Ramón se levantó como cada día a las 7 de la mañana, se duchó, se despidió de su mujer, desayunó de camino al trabajo y subió en ascensor los treinta y muchos pisos que separaban las calles infestadas de cualquier cosa de su despacho, templo de su rendición. Alí le esperaba Alice, una señorita de veinte y pocos demasiado guapa hasta para las fantasías de los que por allí se dejaban caer sin ninguna excusa.
Ramón leyó el periódico y junto con Alice programaron las visitas y quehaceres de ese día laboral. Miguel atendió a proveedores y clientes, habló por teléfono. Repasó la cotización de sus acciones, tomo un café con Gabriel, proveedor y amigo. Entonces Alice se fue con un supuesto dolor de cabeza. A Ramón le quedaban tres horas antes de irse a casa, y los viernes eran demasiado tranquilos. También él decidió irse a casa. Al llegar, abrió la puerta y cruzando el salón, gemidos. Al entrar en el dormitorio Alice y su mujer retozaban alegremente.
Él se unió
1 comentario:
Estais enfermos, que lo sepais xD
No quiero saber quien ha escrito esta entrada...
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